Como iglesia, hemos adoptado una declaración de fe que expresa las verdades esenciales de la fe cristiana. Estas creencias, compartidas en unidad por nuestros pastores, líderes y miembros, guían nuestra enseñanza y ministerio. A fin de proclamar el evangelio con claridad, fidelidad y convicción, tomamos como base doctrinal una afirmación de fe que se originó en Bethlehem Baptist Church en Minneapolis, Minnesota, y que ahora hemos hecho nuestra en Iglesia Tri Cities.
A continuación se presenta un resumen de nuestras creencias, pero puedes acceder a la afirmación completa y detallada haciendo clic aquí (Español) o aquí (Inglés)
Lo que enseñamos
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Creemos que la Biblia, con sus 66 libros, es la Palabra infalible de Dios, inspirada y sin error en los manuscritos originales (2 Timoteo 3:16).
Es nuestra autoridad suprema para conocer la verdad y aplicar principios en armonía con sus enseñanzas (Salmo 119:160).
Dios habló por medio de autores humanos inspirados; su mensaje es fijo en su contexto, pero su aplicación puede variar (1 Pedro 1:10-12, 2 Pedro 1:20-21).
Necesitamos la guía del Espíritu Santo para entenderla correctamente, ya que nuestras limitaciones pueden nublar su mensaje (Juan 16:13).
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Creemos en un solo Dios eterno, vivo y glorioso, que existe en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, todos plenamente Dios (Juan 17:3, Juan 1:1, 14, Juan 15:26).
Dios encuentra supremo gozo en la comunión perfecta dentro de la Trinidad, deleitándose eternamente en Su propia gloria (Mateo 3:16-17, Juan 17:24).
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Creemos que Dios envió a Su Hijo, Jesús el Mesías, nacido de la virgen María por obra del Espíritu Santo. Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre en una sola Persona (Gálatas 4:4-5, Juan 1:14, 1 Timoteo 2:5).
Vivió sin pecado, predicó con autoridad y realizó milagros que mostraron Su poder divino, cumpliendo las profecías del Antiguo Testamento (Mateo 8:16, Génesis 3:15, Isaías 53).
Sufrió, fue crucificado, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día, cumpliendo el plan redentor de Dios. Ahora reina a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros (Mateo 28:5-7, Hechos 1:9, Romanos 8:34).
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Creemos que el Espíritu Santo ha obrado desde la creación y, tras la ascensión de Cristo, fue derramado sobre la Iglesia para glorificar al Hijo, empoderar la predicación del evangelio y transformar a los creyentes (Hechos 2:33, Juan 16:14).
El Espíritu regenera, convence de pecado, reparte dones, y hace eficaz el evangelio al abrir corazones a la fe. Sin Su obra, nadie puede venir a Cristo, pues todos están espiritualmente muertos y ciegos a Su gloria (Efesios 2:1-5, 1 Corintios 12:4-11).
Su misión está inseparablemente unida a la proclamación del evangelio. No hay salvación sin recibir a Cristo por medio del Espíritu, salvo en casos como infantes o personas con discapacidad severa (Romanos 10:17, 1 Corintios 12:3).
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Creemos que el hombre fue creado recto, pero cayó al desobedecer a Dios por el engaño de Satanás, perdiendo su inocencia y comunión con Dios (Génesis 3:6-8).
Como descendientes de Adán, todos heredamos corrupción, culpa y condenación. Somos esclavos del pecado e incapaces de buscar a Dios por nosotros mismos (Romanos 5:12, 3:10-18).
Toda la creación sufre por esta caída. La enfermedad, el dolor y el sufrimiento reflejan la gravedad del pecado, y cada día de vida es una muestra de la misericordia de Dios que nos llama al arrepentimiento (Romanos 8:20-22, Lamentaciones 3:22-23).
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Creemos que la salvación es obra de la gracia de Dios, planeada desde la eternidad y lograda por la muerte de Cristo. Es un regalo que se recibe por fe, no por obras, y está asegurado por la obediencia perfecta de Jesús (Efesios 1:4-6, Romanos 3:24, Efesios 2:8-9).
El Espíritu Santo regenera el corazón, convence de pecado y da fe, guiando al creyente a ser transformado a la imagen de Cristo (Juan 3:5-8, Romanos 8:29).
Somos justificados solo por fe, pero esa fe verdadera siempre produce buenas obras como fruto de una vida cambiada (Romanos 5:1, Santiago 2:17). La salvación, desde el principio hasta el fin, es por gracia y garantiza la seguridad y crecimiento del creyente.
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Creemos que Dios, desde la eternidad, ordenó todo lo que sucede para mostrar Su gloria y dar gozo eterno a los que Le aman (Efesios 1:4-5, Romanos 8:29-30).
Él gobierna todo, desde el universo hasta los actos más ocultos, con sabiduría perfecta y sin pecado, manteniendo la responsabilidad moral de cada persona (Colosenses 1:16-17, Daniel 4:35, Romanos 9:19-21).
Dios eligió, por pura gracia, a quienes serían salvos en Cristo, antes de la creación del mundo, llamándolos al arrepentimiento y a la fe (Efesios 1:4-5, 2 Timoteo 1:9).
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Creemos en una sola Iglesia universal, compuesta por todos los que están unidos a Cristo por la fe, con Él como Cabeza y sustentador. Su propósito supremo es glorificar a Dios por medio de la adoración eterna (Efesios 1:22-23, 1 Corintios 10:31).
Esta Iglesia se expresa en comunidades locales donde los creyentes se reúnen para adorar, escuchar la Palabra, participar en el bautismo y la Cena del Señor, edificarse mutuamente, practicar la disciplina y evangelizar (Hechos 2:42, Mateo 28:19-20).
El bautismo es una señal de unión con Cristo en Su muerte y resurrección, y simboliza purificación y nueva vida (Romanos 6:3-4, Hechos 2:38). La Cena del Señor es un acto de recuerdo y proclamación de Su muerte, donde los creyentes participan espiritualmente en los beneficios de Su sacrificio (1 Corintios 11:23-26).
Cada iglesia debe reconocer a hombres calificados para liderar como pastores-ancianos. Aunque las mujeres no deben ocupar ese rol, son llamadas a edificar la Iglesia con sus dones (1 Timoteo 3:1-7, Tito 1:5-9).
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Creemos que al morir, los cristianos son perfeccionados y llevados a la presencia de Cristo, experimentando una gloria más grande que todo en la tierra (2 Corintios 5:8, Filipenses 1:23).
Creemos que Cristo regresará de manera personal y visible al final de los tiempos, resucitará a los muertos, juzgará a las naciones y establecerá Su reino (Hechos 1:11, Mateo 24:30). Los justos disfrutarán de gozo eterno, mientras los injustos sufrirán eternamente (Mateo 25:46, Romanos 2:8-9).
Creemos que el fin traerá una felicidad sin fin para los redimidos, mientras Dios revela más de Su gloria para su gozo eterno (Apocalipsis 21:4, Salmo 16:11).